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Las disciplinas que comprenden las artes vivas (danza, teatro, performance, entre otras), por su naturaleza efímera, se desarrollan en el tiempo presente y muchas veces desaparecen sin dejar un rastro para su apreciación y discusión en el tiempo. Ante esto, el archivo adquiere un significado vital, volviéndose una atractiva herramienta para preservar vestigios de esas experiencias: registros audiovisuales, relatos, imágenes, bocetos, anotaciones y/o testimonios permiten reconstruir y reflexionar sobre lo que fue, desde múltiples perspectivas.

El archivo en las artes vivas no debe entenderse únicamente como un repositorio estático del pasado, ya que tiene el potencial de activar nuevas prácticas artísticas y pedagógicas, transformándose en un espacio de investigación y experimentación.

Además, el archivo cumple un rol político y cultural relevante. Al decidir qué se conserva y cómo se transmite, también se define qué memorias se legitiman y cuáles se olvidan. Por eso, abrir el archivo, diversificar sus voces y repensar sus formas de acceso son tareas fundamentales para una práctica artística crítica y plural. En las artes vivas, el archivo no solo guarda la historia de lo que fue, sino que también abre caminos para imaginar lo que aún puede ser.