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Siempre tuve la necesidad y las ganas de hacer teatro, pero como soy hija de la dictadura había muy pocas posibilidades, por no decir ninguna. Ahí quedó truncada mi afición al teatro. Sin embargo, en 1980 conocí a Andrés Pavez que venía llegando de Brasil y él tenía deseo de formar un grupo de teatro callejero acá en Temuco, por lo que yo dije “yo voy a eso”, con todas las consecuencias que en ese tiempo significaba hacer teatro en la calle y precisamente por ser mujer, era muy mal visto, pero a mi no me importó. Entonces con él y con otros compañeros que se integraron al grupo empezamos a hacer teatro, a crear nuestras propias obras, éramos vestuaristas, escenógrafos, creadores de maquillaje, dramaturgos, todo, éramos como una comunidad pequeña en donde compartimos días enteros en hacer propuestas para  presentarlas en Temuco, específicamente, en el paseo Bulnes. Ahí teníamos un espacio en donde se realizaba este encuentro teatral con la participación de una diversidad de personas y de contextos sociales diferentes. Realizamos trilogías donde incluiamos dramas, sátiras y comedias, obras de corta extensión, por lo que significaba hacer teatro en la calle, ya que la audiencia eran estudiantes, vendedores, empleados públicos, adultos, niños, niñas, que generalmente estaban de paso por el lugar. Después de eso hicimos giras al norte de Chile, en la época de invierno, actuábamos en parques, plazas, universidades, colegios, etc. Esta gira la hacíamos desde Santiago al norte, hasta la ciudad de Arica. En cierta época del invierno, cuando nos quedamos en Temuco, visitamos colegios, de las zonas más periféricas, escuelas municipales, particulares, básica, media. Esto es un abanico de experiencias con lo que pudimos aportar a la cultura en ese tiempo.

Las temáticas eran diversas, teníamos obras que eran más filosóficas, que hablaban del ser humano, hablaban de los valores y de cómo ya estábamos viviendo una crisis, en ese tiempo, de no mirar hacia el interior, de reflexionar sobre la contingencia. También teníamos comedias donde tratábamos la superficialidad de las personas, queríamos dar el mensaje que se estaba perdiendo la comunicación, la falta de comunicación en la pareja, teníamos una obra que se llamaba “Adán y Eva”. También sátiras donde profundizamos en cómo veíamos solo lo superficial y no el fondo del ser humano y cómo esto se entremezclaba con la realidad que estábamos viviendo. En ese tiempo también hicimos una obra de café concert que se llamaba “Parejas de plástico”, ya venía todo este auge de la preocupación en torno al cuerpo. En las obras infantiles tratábamos valores del compañerismo entre los niños, como esto se podía abordar en la sala de clases, o como los mismos niños podían dar sus opiniones en torno a lo que estaban viendo. Igual dentro de las obras que nosotros presentamos había una contingencia sobre lo que estaba pasando en ese momento, hacer teatro callejero en ese tiempo era como estar expuestos a que se interpretara de distintas formas, tanto por el público como por las autoridades.

Haciendo ahora la reflexión, a pesar de todo lo dramático que pudo ser, lo trágico, y que todavía hay repercusiones, las artes escénicas en ese tiempo eran muy distintas a lo que son ahora, por supuesto todo va cambiando. Había una necesidad de expresarse, cuando nosotros hacíamos teatro en la calle había mucha gente que se quedaba, después de presenciar las obras y conversaban con nosotros y reflexionaban en función de lo que les presentábamos. Nos veían como sus ídolos, como aquello en lo cual ellos se expresaban. Éramos el único grupo de teatro callejero de Temuco y yo la única mujer, había un auge de grupos de teatro en ese tiempo, estaba la Compañía de teatro universitario de la Ufro, la Compañía Teatro TUM, la Compañía de la Universidad  Católica, había mucho teatro y la gente iba al teatro, aunque era más aficionado, patrocinado por las universidades y era gratis. Las salas de teatro se llenaban, había mucha audiencia universitaria. El teatro callejero que nosotros hacíamos era para todo público, muy diverso, fue una época de auge del teatro, en ese tiempo empezaron a surgir compañías profesionales como el TAT y otras, ellos sí hacían teatro profesional, ahí había que pagar una entrada y ellos vivían de eso.

Después de varios años de hacer teatro, incluso hice teatro profesional, estuve tres años en la compañía TUM y ahí decidí que a pesar de que me gustaba mucho el teatro tenía que formalizar estudios. En 1995 tuve la oportunidad de ingresar de forma especial a la UCT de Temuco, saqué mi profesión, de profesora básica, y a partir de eso empecé a especializarme. Hice un magíster en Pedagogía teatral y en el área de Educación diferencial, además obtuve una Certificación en dramaterapia. Ya trabajando en la UCT empecé a ver que mi línea teatral estaba más en relación con el teatro formativo y empecé a incorporar el teatro en la educación, en la salud, en lo social y comunitario. Empecé a ver que el teatro además de ser espectáculo podía cumplir una labor formativa utilizando herramientas, técnicas y estrategias teatrales en otros ámbitos que no fueran solamente del teatro espectáculo. Es desde ahí en donde yo me posiciono en este momento en el teatro.

Desde un tiempo a esta parte han surgido nuevas posibilidades del teatro, han habido cambios generacionales. Es interesante que el teatro se expanda a otras áreas como lo circense, por ejemplo, la utilización de técnicas más tecnológicas, también que se considere lo intercultural, que es lo que caracteriza a nuestra región, como nuestros pueblos originarios, que las Compañías de teatro, las agrupaciones vayan a las comunidades, que se tome en consideración desde la perspectiva de las comunidades y no de lo que uno pueda concebir como una cultura, eso es muy interesante y significativo.